Texto: Juan 4:19-24
Tema: El culto y los ofertantes que bíblicamente
agradan a Dios
I.- INTRODUCCIÓN
El ser
humano tiene en su corazón una inclinación natural a adorar, a rendir culto y a
dar alabanza a alguna deidad o ser supremo. El problema reside en que el
corazón del hombre es pecador y por lo tanto su adoración, su culto y alabanza
la dirige hacia sí mismo, hacia otros seres humanos o hacia alguna deidad de su
propia creación. La adoración de la
humanidad es ignorante (se basa en suposiciones y especulaciones), idolátrica
(dirigida hacia la persona equivocada), homocéntrica o humanista (el ser humano
como centro) y errada (formas y métodos equivocados).
Lo más
triste es que aun muchos que dicen ser cristianos andan de igual forma que los
incrédulos con un culto, adoración y alabanza ignorante, idolátrica, humanista
y errada. Durante tres predicaciones vamos a ver lo que la Biblia, la única
Palabra de Dios, tiene que decir con respecto a la adoración, al culto y a la
alabanza. Claro, el tema es mucho más amplio y no podemos pensar que con tres
predicaciones lo vamos a ver todo, pero sí que el apetito se abra y cada uno
siga comiendo de la Biblia y aprendiendo del tema.
Antes de
analizar el texto de hoy, vamos a ver la definición de dos palabras: culto y
adoración.
Definición de culto: En latín la palabra culto (cultus) viene de «cultivar» haciendo referencia
a alguien «culto» en el sentido de preparado o capacitado, que practica, trabaja y
cuida de algo. De manera que uno puede «cultivar» en el sentido agrícola de plantar algo, uno puede
ser «culto» en el sentido de persona capacitada intelectual y culturalmente, y
uno puede «ofrecer un culto» en el sentido de un tiempo preparado, trabajado y
ofrecido a Dios.
Básicamente podemos definir el
culto cristiano como un servicio, un homenaje, una ofrenda de adoración y
acción de gracias que encierra en sí misma un triple testimonio: honrar
a Dios con la adoración, bendecir a la iglesia
con la edificación, y testificar al mundo con la proclamación. Por
tanto, el culto puede entenderse
fundamentalmente como un acto comunitario de servicio y ofrenda a Dios en
acción voluntaria, en respuesta agradecida a lo que Él ya hizo por nosotros. En
torno a esta base, la comunidad, la iglesia
local, se siente impulsada a la alabanza, la oración, la meditación de
la Palabra, y la celebración de los
sacramentos.
«El culto consiste en nuestras palabras y acciones. Es la
expresión externa de nuestro homenaje y adoración, cuando estamos reunidos en
la presencia de Dios. Estas palabras y acciones están gobernadas por dos cosas:
nuestro conocimiento del Dios a quien adoramos, y los recursos
humanos que somos capaces de aportar a ese culto. El culto cristiano se diferencia de todos los demás cultos en que se dirige al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.» (Tomado de: EL CULTO CRISTIANO, Juan J. Varela).
humanos que somos capaces de aportar a ese culto. El culto cristiano se diferencia de todos los demás cultos en que se dirige al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.» (Tomado de: EL CULTO CRISTIANO, Juan J. Varela).
Definición
de adoración: Existen dos grupos de
palabras, tanto en el hebreo como en el griego que se traducen como adoración en
la Biblia, y confluyen hacia una misma definición bíblica de la adoración:
1.- La primera de esas palabras es la expresión griega λατρεία
o latinizado "latreia" (o ABODA en hebreo). Latreia es un
término griego que se deriva de la palabra griega (latron) que significa
salario, sueldo o remuneración. Latreuo es básicamente "servir para
conseguir sueldo” y también “servir en general. Latreia es esencialmente
una acción e implica necesariamente una participación de los actores
involucrados. No se trata de algo pasivo. Reafirmando este concepto, podemos
ver que, en el Nuevo Testamento, la palabra define únicamente el servicio a
Dios, y nunca el servicio de una persona a otra persona.
El concepto bíblico de latreia no se limita al
servicio a Dios como expresión cúltica, sino que se extiende a toda la vida del
creyente. En Romanos 12.1 leemos: “Así que, hermanos,
os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en
sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.”
2.- La segunda palabra es
la expresión griega προσκυνεω, latinizado como "proskyneo" (o
HISTAHAWA en hebreo) y que literalmente quiere decir “inclinarse”,
“prosternarse” o “doblar la rodilla”, o sea “rendir homenaje, honrar el valor
de otro”. En griego clásico quería significar en forma literal el acto de
desplomarse ante una deidad, o sea, el acto externo y resultante de ofrecer latreia.
Según el historiador griego Heródoto, si dos persas del mismo rango
se encontraban al pasar, se besaban en los labios a modo de saludo; si uno de
los dos era de rango ligeramente inferior, besaba al otro en la mejilla; y si
uno de los dos era de un rango muy inferior, se postraba frente al otro. De un
modo ritualizado, algo similar sucedía en la corte persa. De acuerdo con su
rango, los súbditos del rey debían postrarse, arrodillarse, arquearse o lanzar
un beso hacia él.
Por
lo tanto, en la adoración proskynesis honramos a uno superior a nosotros
mismos y no a un igual o a un inferior. A Dios le debemos un honor único, no
compartido, exclusivo. En el centro de toda adoración está Dios mismo. La
adoración resulta verdadera cuando se conjugan dos elementos esenciales:
a. la revelación por medio de la cual
Dios se manifiesta frente al ser humano, y esto se da por el obrar del Espíritu
Santo en la creación, en su palabra escrita (la Biblia), y en el Verbo encarnado
(Jesucristo).
b. la respuesta con la que el hombre
responde a Dios ante tal magnificencia, que se traduce en servicio a Dios.
Nuestra forma de adorar debe reflejar los atributos esenciales del Dios a quien
adoramos. De esto se desprende que no existe verdadera adoración si no existe un
verdadero conocimiento de Dios. Y el verdadero conocimiento de Dios es la
resultante de la ortodoxia del quehacer teológico. (Tomado de: EL PRINCIPIO
REGULADOR DEL CULTO CRISTIANO, Martin Scharenberg).
II.- DESARROLLO
En
el evangelio según Juan capítulo 4 encontramos la historia de Jesús y una mujer
habitante de Samaria, la samaritana. Esta mujer es confrontada amorosamente por
Jesús quien le muestra su pecado y la necesidad del agua de vida. A la altura
de Juan 4:19-20 la mujer cambia la atención de ella hacia la religión nacional.
La mujer le pregunta por el lugar correcto para adorar a Dios, si en el monte
Gerizim donde adoraban los samaritanos o en Jerusalén donde adoraban los
judíos.
En su
respuesta, Jesús le muestra varias cosas a la mujer samaritana y veremos hoy
dos de ellas:
1.- En la adoración verdadera lo importante no es el lugar:
(Juan 4:21) Las personas le han dado mucha importancia al lugar para adorar, al
lugar donde se rinde culto a Dios. Originalmente era en lugares altos en los
cuales se erigían simples altares de piedra rústica para ofrecer sacrificios.
Con
respecto a la adoración a Dios en la Biblia, los patriarcas adoraron y
rindieron culto al aire libre, en lugares en donde había piedras rústicas que
se podían utilizar para el sacrificio de animales durante la adoración
(Abraham: Génesis 12:7. Isaac: Génesis 26:24,25. Jacob: Génesis 33:18-20.
Moisés: Éxodo 24:4).
Después
con el éxodo de la nación de Israel, en su peregrinar por el desierto, se
erigió un tabernáculo o tienda de campaña para el culto y la adoración a Dios,
pero Dios lo pidió y no se hizo como quiso el hombre, si no como Dios lo mandó
(Éxodo 25:1-9).
Más
tarde en la historia de Israel, a David le nació el deseo de construir una casa
o templo para la adoración a Dios, un lugar fijo no algo que se pudiera cargar
y trasladar. Pero Dios no permitió que lo construyera David ni como quería
David. Dios decidió que lo hiciera otra persona que Él escogió y con la forma,
medidas, utensilios y ritos que a Dios le agradó, tampoco el control fue dejado
al libre albedrío ni voluntad del hombre (1 Reyes 5:5). Pero es bueno notar dos
cosas importantes: 1.- La bendición de Jehová sobre el pueblo y lo que hiciera
en el templo no era algo automático, dependía del corazón y vida de quienes
asistieran a rendir culto y adoración (1 Reyes 6:11-13); 2.- Al único templo al
que Dios le ha llamado su casa ha sido al templo construido en Jerusalén, a
ningún otro lugar, ni en el Antiguo Testamento ni en el Nuevo Testamento.
Debemos tomar en cuenta que los judíos tenían sinagogas y los cristianos
se reunían en casas de familia y a ninguno Dios les llamó su casa. De
hecho, Dios no vive en ningún templo, su habitación es el cielo y nada en la
tierra lo puede contener. En otra de las predicaciones de esta serie veremos
cuando sí Cristo está en un lugar.
A
la mujer samaritana Jesús le dice que llegaría un día en que no se adoraría ni
en el Monte Gerizim ni en el templo de Jerusalén. Jesús le dijo a la samaritana
que se iniciaría una nueva época en la forma de adorar a Dios y rendirle culto.
Cristo le dice que Dios no anda buscando templos, que lo más importante para
Dios no es el lugar, si no lo que busca es personas que le adoren. Dios busca
las personas, se relaciona con personas, y desea que esas personas hagan lo
correcto en relación con Él.
Los
judíos se sentían orgullosos del templo en Jerusalén y los samaritanos se
sentían orgullosos de adorar en el monte Gerizim porque allí habían adorado los
patriarcas Abraham, Isaac y Jacob.
En
cuanto a los cristianos, continuaron durante un tiempo congregándose en el
templo en Jerusalén y en hogares de hermanos. El templo no pertenecía a ningún
grupo ni denominación, era libre para todo judío. Llegó un momento en que
dejaron de asistir al templo en Jerusalén y se congregaban en casas de
familias, hasta que esos lugares se hicieron pequeños y algunas casas se
quedaron como lugares de reunión nada más. Al llegar las persecuciones los
cristianos llegaron a congregarse en cuevas o catacumbas (que también llegaron
a ser cementerios de cristianos) hasta la época en que cesaron las
persecuciones con el emperador Constantino, quien supuestamente se convirtió al
cristianismo y de ahí en adelante los cristianos comenzaron a codearse con la
nobleza y a construir templos sólo para los cristianos.
Todo
esto ha ido degenerando en el tiempo y hoy los evangélicos también compiten con
quien tiene el templo más grande y vistoso. Los mormones tienen en Utah un
templo casi turístico y en cada país al que van construyen templos dignos de
los reyes egipcios; los adventistas también procuran hacer templos llamativos
por lo menos en su parte frontal; los católicos no se quedan atrás porque, a
partir del emperador Constantino, comenzaron a construir templos enormes con
estatuas, pinturas, vitrales y otras obras de arte en su interior; la iglesia
Ortodoxa griega y la iglesia Anglicana se parecen a la Católica en lo enorme y
fastuoso de sus templos; los más
modestos con sus templos son los Testigos de Jehová, por lo menos en nuestro
país, ya que en algunos lugares también tienen templos enormes.
Los
evangélicos estamos inmersos en esa competencia aduciendo que Dios se merece lo
mejor (lo cual no dudamos) y que lo mejor es lo grande, lo vistoso y lo
llamativo, aunque Dios no haya dicho nada al respecto. Recuerdo como, en la
inauguración del templo de nuestra iglesia, un pastor trajo un video de su
proyecto de un templo más grande que este, con un diseño frontal con una espada
altísima. En ese momento no entendí la razón del video y la necesidad de
mostrarlo a nosotros.
Lo que
sí debemos estar seguros es que lo principal para Dios no es el lugar. Dios
puede ser adorado y se le puede rendir culto en este templo, debajo de un
árbol, en el desierto como el pueblo de Israel durante el éxodo, bajo una casa
de campaña o en el hogar de un humilde hermano o hasta en una cueva. Lo más
importante es el objeto de la adoración y los que adoran.
2.-
La adoración puede ser producto de la ignorancia: (Juan 4:22) Los samaritanos adoraban de una manera
equivocada e ignoraban cuál era la verdadera adoración, la que Dios le había
mostrado a los judíos en el Antiguo Testamento. Los samaritanos adoraban lo que
no sabían, eran quizás sinceros pero equivocados. Dios busca la sinceridad que
procede de un conocimiento correcto de Él, su persona y su voluntad. Sin un
conocimiento de la revelación que Dios ha hecho de Sí mismo la sinceridad es
pecaminosa, idolátrica, humanista y peligrosa. La sinceridad religiosa sin Dios
ha dado pie a hechos atroces en la historia de la humanidad y específicamente
de la Iglesia cristiana.
Ese era
el problema de los atenienses y su adoración idolátrica, tenían estatua hasta
para el dios no conocido (Hechos 17:22,23). Como dijo un predicador, eso es
como una mujer decir que adora a un hombre que no conoce o un hombre que adora
a una mujer que no conoce, pero que se es loco con él o con ella.
Dios
había escogido a los judíos para por medio de ellos traer la salvación, para
que de esa nación naciera el mesías, el salvador del mundo. A ellos les había
confiado su Palabra y ellos iniciaron la iglesia cristiana. Hoy Dios obra por
medio de la iglesia, sólo ella está autorizada para rendir a Dios la verdadera
adoración, el verdadero culto racional. Una iglesia ignorante es peligrosa, se
presta para cometer actos atroces y vergonzosos como los que vemos hoy con el
desorden, el negocio y todo lo que en sus cultos se hace usando como pretexto
el nombre de Dios.
También
podemos apreciar dentro de la forma de culto de muchas iglesias evangélicas la
herencia judeo-católica. Una vestimenta especial para ministrar, una posición
específica al orar o leer la Biblia, los adornos en los templos, el pensar que
hay gente especial a la que Dios oye más cuando ora, etc. Muchos no entienden
que estamos en la era de la Gracia y la era de la Iglesia. Todo debe estar
guiado por la Palabra de Dios, la Biblia.
Dios no
nos ha dado libertad para adorarle como a nosotros o a alguien más le place. A
Dios hay que adorarle y rendirle culto como Él lo revela en su Santa Palabra,
la Biblia. Nuestra adoración y el culto no deben partir de suposiciones de lo
que a Dios le agrada o de lo que especulamos que a Él le agrada. Muchas veces
estamos adorando como a nosotros nos agrada y donde nos agrada; suponemos que
lo que a nosotros nos agrada debe agradarle a Dios. En verdad debe ser lo
contrario, a nosotros debe agradarnos lo que Dios dice que a Él le agrada, aun
vaya en contra de nuestra naturaleza pecaminosa y caída.
IV.- CONCLUSIÓN
Hemos
visto que el culto puede
entenderse fundamentalmente como un acto comunitario de servicio y ofrenda a
Dios en acción voluntaria, en respuesta agradecida a lo que Él ya hizo por
nosotros. También hemos visto que la palabra adoración se define como
un servicio a Dios, y nunca el servicio de una persona a otra persona.
Además, adoración quiere decir inclinarse, rendir homenaje, honrar el valor de
otro; en la adoración honramos a uno superior a nosotros mismos y no a un igual
o a un inferior. A Dios le debemos un honor único, no compartido, exclusivo. En
el centro de toda adoración está Dios mismo.
Por
otro lado, vimos dos verdades en cuanto al culto y la adoración: que debemos
estar seguros de que lo principal para Dios no es el lugar de culto y adoración
y que la adoración puede ser producto de la ignorancia, sin conocer a quién
adoramos y cómo le agrada que se le adore y rinda culto.
V.- APLICACIÓN
- ¿Entiendes lo que es un culto y
para quién es?
- ¿Entiendes realmente lo que
significa adorar a Dios?
- ¿Eres de los que están atados a
adorar dependiendo del lugar y no de a quién se adora?
- ¿Tu adoración es producto de la
dirección del Espíritu Santo por medio de la Biblia o tu adoración y culto es
producto de la ignorancia y de sólo seguir al grupo y hacer lo que otros hacen?
Las
respuestas a esas preguntas y tu conducta y actitud cada vez que nos reunimos,
definen el rumbo de tu adoración y si agrada o no a Dios. Es mi oración que
Dios guíe nuestros corazones a dar una adoración y a rendir un culto con
sabiduría y dirección del Espíritu Santo, de acuerdo a lo que Dios nos revela
en su Palabra.
Predicador: José Amado Silvestre Marte