10 octubre 2019

El culto que agrada a Dios 01


Texto: Juan 4:19-24
Tema: El culto y los ofertantes que bíblicamente agradan a Dios
 

I.- INTRODUCCIÓN
            El ser humano tiene en su corazón una inclinación natural a adorar, a rendir culto y a dar alabanza a alguna deidad o ser supremo. El problema reside en que el corazón del hombre es pecador y por lo tanto su adoración, su culto y alabanza la dirige hacia sí mismo, hacia otros seres humanos o hacia alguna deidad de su propia creación.  La adoración de la humanidad es ignorante (se basa en suposiciones y especulaciones), idolátrica (dirigida hacia la persona equivocada), homocéntrica o humanista (el ser humano como centro) y errada (formas y métodos equivocados).
            Lo más triste es que aun muchos que dicen ser cristianos andan de igual forma que los incrédulos con un culto, adoración y alabanza ignorante, idolátrica, humanista y errada. Durante tres predicaciones vamos a ver lo que la Biblia, la única Palabra de Dios, tiene que decir con respecto a la adoración, al culto y a la alabanza. Claro, el tema es mucho más amplio y no podemos pensar que con tres predicaciones lo vamos a ver todo, pero sí que el apetito se abra y cada uno siga comiendo de la Biblia y aprendiendo del tema.
            Antes de analizar el texto de hoy, vamos a ver la definición de dos palabras: culto y adoración.

Definición de culto: En latín la palabra culto (cultus) viene de «cultivar» haciendo referencia a alguien «culto» en el sentido de preparado o capacitado, que practica, trabaja y cuida de algo. De manera que uno puede «cultivar» en el sentido agrícola de plantar algo, uno puede ser «culto» en el sentido de persona capacitada intelectual y culturalmente, y uno puede «ofrecer un culto» en el sentido de un tiempo preparado, trabajado y ofrecido a Dios.
                 Básicamente podemos definir el culto cristiano como un servicio, un homenaje, una ofrenda de adoración y acción de gracias que encierra en sí misma un triple testimonio: honrar a Dios con la adoración, bendecir a la iglesia con la edificación, y testificar al mundo con la proclamación. Por tanto, el culto puede entenderse fundamentalmente como un acto comunitario de servicio y ofrenda a Dios en acción voluntaria, en respuesta agradecida a lo que Él ya hizo por nosotros. En torno a esta base, la comunidad, la iglesia local, se siente impulsada a la alabanza, la oración, la meditación de la Palabra, y la celebración de los sacramentos.
            «El culto consiste en nuestras palabras y acciones. Es la expresión externa de nuestro homenaje y adoración, cuando estamos reunidos en la presencia de Dios. Estas palabras y acciones están gobernadas por dos cosas: nuestro conocimiento del Dios a quien adoramos, y los recursos
humanos que somos capaces de aportar a ese culto. El culto cristiano se diferencia de todos los demás cultos en que se dirige al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.»
(Tomado de: EL CULTO CRISTIANO, Juan J. Varela).

Definición de adoración: Existen dos grupos de palabras, tanto en el hebreo como en el griego que se traducen como adoración en la Biblia, y confluyen hacia una misma definición bíblica de la adoración:
1.- La primera de esas palabras es la expresión griega λατρεία o latinizado "latreia" (o ABODA en hebreo). Latreia es un término griego que se deriva de la palabra griega (latron) que significa salario, sueldo o remuneración. Latreuo es básicamente "servir para conseguir sueldo” y también “servir en general. Latreia es esencialmente una acción e implica necesariamente una participación de los actores involucrados. No se trata de algo pasivo. Reafirmando este concepto, podemos ver que, en el Nuevo Testamento, la palabra define únicamente el servicio a Dios, y nunca el servicio de una persona a otra persona.
            El concepto bíblico de latreia no se limita al servicio a Dios como expresión cúltica, sino que se extiende a toda la vida del creyente. En Romanos 12.1 leemos: Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.

2.- La segunda palabra es la expresión griega προσκυνεω, latinizado como "proskyneo" (o HISTAHAWA en hebreo) y que literalmente quiere decir “inclinarse”, “prosternarse” o “doblar la rodilla”, o sea “rendir homenaje, honrar el valor de otro”. En griego clásico quería significar en forma literal el acto de desplomarse ante una deidad, o sea, el acto externo y resultante de ofrecer latreia. Según el historiador griego Heródoto, si dos persas del mismo rango se encontraban al pasar, se besaban en los labios a modo de saludo; si uno de los dos era de rango ligeramente inferior, besaba al otro en la mejilla; y si uno de los dos era de un rango muy inferior, se postraba frente al otro. De un modo ritualizado, algo similar sucedía en la corte persa. De acuerdo con su rango, los súbditos del rey debían postrarse, arrodillarse, arquearse o lanzar un beso hacia él.
            Por lo tanto, en la adoración proskynesis honramos a uno superior a nosotros mismos y no a un igual o a un inferior. A Dios le debemos un honor único, no compartido, exclusivo. En el centro de toda adoración está Dios mismo. La adoración resulta verdadera cuando se conjugan dos elementos esenciales:
a. la revelación por medio de la cual Dios se manifiesta frente al ser humano, y esto se da por el obrar del Espíritu Santo en la creación, en su palabra escrita (la Biblia), y en el Verbo encarnado (Jesucristo).
b. la respuesta con la que el hombre responde a Dios ante tal magnificencia, que se traduce en servicio a Dios. Nuestra forma de adorar debe reflejar los atributos esenciales del Dios a quien adoramos. De esto se desprende que no existe verdadera adoración si no existe un verdadero conocimiento de Dios. Y el verdadero conocimiento de Dios es la resultante de la ortodoxia del quehacer teológico. (Tomado de: EL PRINCIPIO REGULADOR DEL CULTO CRISTIANO, Martin Scharenberg).

II.- DESARROLLO
            En el evangelio según Juan capítulo 4 encontramos la historia de Jesús y una mujer habitante de Samaria, la samaritana. Esta mujer es confrontada amorosamente por Jesús quien le muestra su pecado y la necesidad del agua de vida. A la altura de Juan 4:19-20 la mujer cambia la atención de ella hacia la religión nacional. La mujer le pregunta por el lugar correcto para adorar a Dios, si en el monte Gerizim donde adoraban los samaritanos o en Jerusalén donde adoraban los judíos.
           
En su respuesta, Jesús le muestra varias cosas a la mujer samaritana y veremos hoy dos de ellas:
1.- En la adoración verdadera lo importante no es el lugar: (Juan 4:21) Las personas le han dado mucha importancia al lugar para adorar, al lugar donde se rinde culto a Dios. Originalmente era en lugares altos en los cuales se erigían simples altares de piedra rústica para ofrecer sacrificios.
            Con respecto a la adoración a Dios en la Biblia, los patriarcas adoraron y rindieron culto al aire libre, en lugares en donde había piedras rústicas que se podían utilizar para el sacrificio de animales durante la adoración (Abraham: Génesis 12:7. Isaac: Génesis 26:24,25. Jacob: Génesis 33:18-20. Moisés: Éxodo 24:4).
            Después con el éxodo de la nación de Israel, en su peregrinar por el desierto, se erigió un tabernáculo o tienda de campaña para el culto y la adoración a Dios, pero Dios lo pidió y no se hizo como quiso el hombre, si no como Dios lo mandó (Éxodo 25:1-9).
            Más tarde en la historia de Israel, a David le nació el deseo de construir una casa o templo para la adoración a Dios, un lugar fijo no algo que se pudiera cargar y trasladar. Pero Dios no permitió que lo construyera David ni como quería David. Dios decidió que lo hiciera otra persona que Él escogió y con la forma, medidas, utensilios y ritos que a Dios le agradó, tampoco el control fue dejado al libre albedrío ni voluntad del hombre (1 Reyes 5:5). Pero es bueno notar dos cosas importantes: 1.- La bendición de Jehová sobre el pueblo y lo que hiciera en el templo no era algo automático, dependía del corazón y vida de quienes asistieran a rendir culto y adoración (1 Reyes 6:11-13); 2.- Al único templo al que Dios le ha llamado su casa ha sido al templo construido en Jerusalén, a ningún otro lugar, ni en el Antiguo Testamento ni en el Nuevo Testamento. Debemos tomar en cuenta que los judíos tenían sinagogas y los cristianos se reunían en casas de familia y a ninguno Dios les llamó su casa. De hecho, Dios no vive en ningún templo, su habitación es el cielo y nada en la tierra lo puede contener. En otra de las predicaciones de esta serie veremos cuando sí Cristo está en un lugar.
            A la mujer samaritana Jesús le dice que llegaría un día en que no se adoraría ni en el Monte Gerizim ni en el templo de Jerusalén. Jesús le dijo a la samaritana que se iniciaría una nueva época en la forma de adorar a Dios y rendirle culto. Cristo le dice que Dios no anda buscando templos, que lo más importante para Dios no es el lugar, si no lo que busca es personas que le adoren. Dios busca las personas, se relaciona con personas, y desea que esas personas hagan lo correcto en relación con Él.
            Los judíos se sentían orgullosos del templo en Jerusalén y los samaritanos se sentían orgullosos de adorar en el monte Gerizim porque allí habían adorado los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob.
            En cuanto a los cristianos, continuaron durante un tiempo congregándose en el templo en Jerusalén y en hogares de hermanos. El templo no pertenecía a ningún grupo ni denominación, era libre para todo judío. Llegó un momento en que dejaron de asistir al templo en Jerusalén y se congregaban en casas de familias, hasta que esos lugares se hicieron pequeños y algunas casas se quedaron como lugares de reunión nada más. Al llegar las persecuciones los cristianos llegaron a congregarse en cuevas o catacumbas (que también llegaron a ser cementerios de cristianos) hasta la época en que cesaron las persecuciones con el emperador Constantino, quien supuestamente se convirtió al cristianismo y de ahí en adelante los cristianos comenzaron a codearse con la nobleza y a construir templos sólo para los cristianos.
Todo esto ha ido degenerando en el tiempo y hoy los evangélicos también compiten con quien tiene el templo más grande y vistoso. Los mormones tienen en Utah un templo casi turístico y en cada país al que van construyen templos dignos de los reyes egipcios; los adventistas también procuran hacer templos llamativos por lo menos en su parte frontal; los católicos no se quedan atrás porque, a partir del emperador Constantino, comenzaron a construir templos enormes con estatuas, pinturas, vitrales y otras obras de arte en su interior; la iglesia Ortodoxa griega y la iglesia Anglicana se parecen a la Católica en lo enorme y fastuoso de sus templos;  los más modestos con sus templos son los Testigos de Jehová, por lo menos en nuestro país, ya que en algunos lugares también tienen templos enormes.
Los evangélicos estamos inmersos en esa competencia aduciendo que Dios se merece lo mejor (lo cual no dudamos) y que lo mejor es lo grande, lo vistoso y lo llamativo, aunque Dios no haya dicho nada al respecto. Recuerdo como, en la inauguración del templo de nuestra iglesia, un pastor trajo un video de su proyecto de un templo más grande que este, con un diseño frontal con una espada altísima. En ese momento no entendí la razón del video y la necesidad de mostrarlo a nosotros.
Lo que sí debemos estar seguros es que lo principal para Dios no es el lugar. Dios puede ser adorado y se le puede rendir culto en este templo, debajo de un árbol, en el desierto como el pueblo de Israel durante el éxodo, bajo una casa de campaña o en el hogar de un humilde hermano o hasta en una cueva. Lo más importante es el objeto de la adoración y los que adoran.

2.- La adoración puede ser producto de la ignorancia: (Juan 4:22) Los samaritanos adoraban de una manera equivocada e ignoraban cuál era la verdadera adoración, la que Dios le había mostrado a los judíos en el Antiguo Testamento. Los samaritanos adoraban lo que no sabían, eran quizás sinceros pero equivocados. Dios busca la sinceridad que procede de un conocimiento correcto de Él, su persona y su voluntad. Sin un conocimiento de la revelación que Dios ha hecho de Sí mismo la sinceridad es pecaminosa, idolátrica, humanista y peligrosa. La sinceridad religiosa sin Dios ha dado pie a hechos atroces en la historia de la humanidad y específicamente de la Iglesia cristiana.
Ese era el problema de los atenienses y su adoración idolátrica, tenían estatua hasta para el dios no conocido (Hechos 17:22,23). Como dijo un predicador, eso es como una mujer decir que adora a un hombre que no conoce o un hombre que adora a una mujer que no conoce, pero que se es loco con él o con ella.
Dios había escogido a los judíos para por medio de ellos traer la salvación, para que de esa nación naciera el mesías, el salvador del mundo. A ellos les había confiado su Palabra y ellos iniciaron la iglesia cristiana. Hoy Dios obra por medio de la iglesia, sólo ella está autorizada para rendir a Dios la verdadera adoración, el verdadero culto racional. Una iglesia ignorante es peligrosa, se presta para cometer actos atroces y vergonzosos como los que vemos hoy con el desorden, el negocio y todo lo que en sus cultos se hace usando como pretexto el nombre de Dios.
También podemos apreciar dentro de la forma de culto de muchas iglesias evangélicas la herencia judeo-católica. Una vestimenta especial para ministrar, una posición específica al orar o leer la Biblia, los adornos en los templos, el pensar que hay gente especial a la que Dios oye más cuando ora, etc. Muchos no entienden que estamos en la era de la Gracia y la era de la Iglesia. Todo debe estar guiado por la Palabra de Dios, la Biblia.
Dios no nos ha dado libertad para adorarle como a nosotros o a alguien más le place. A Dios hay que adorarle y rendirle culto como Él lo revela en su Santa Palabra, la Biblia. Nuestra adoración y el culto no deben partir de suposiciones de lo que a Dios le agrada o de lo que especulamos que a Él le agrada. Muchas veces estamos adorando como a nosotros nos agrada y donde nos agrada; suponemos que lo que a nosotros nos agrada debe agradarle a Dios. En verdad debe ser lo contrario, a nosotros debe agradarnos lo que Dios dice que a Él le agrada, aun vaya en contra de nuestra naturaleza pecaminosa y caída.
           
IV.- CONCLUSIÓN
            Hemos visto que el culto puede entenderse fundamentalmente como un acto comunitario de servicio y ofrenda a Dios en acción voluntaria, en respuesta agradecida a lo que Él ya hizo por nosotros. También hemos visto que la palabra adoración se define como un servicio a Dios, y nunca el servicio de una persona a otra persona. Además, adoración quiere decir inclinarse, rendir homenaje, honrar el valor de otro; en la adoración honramos a uno superior a nosotros mismos y no a un igual o a un inferior. A Dios le debemos un honor único, no compartido, exclusivo. En el centro de toda adoración está Dios mismo.
            Por otro lado, vimos dos verdades en cuanto al culto y la adoración: que debemos estar seguros de que lo principal para Dios no es el lugar de culto y adoración y que la adoración puede ser producto de la ignorancia, sin conocer a quién adoramos y cómo le agrada que se le adore y rinda culto.

V.- APLICACIÓN
- ¿Entiendes lo que es un culto y para quién es?
- ¿Entiendes realmente lo que significa adorar a Dios?
- ¿Eres de los que están atados a adorar dependiendo del lugar y no de a quién se adora?
- ¿Tu adoración es producto de la dirección del Espíritu Santo por medio de la Biblia o tu adoración y culto es producto de la ignorancia y de sólo seguir al grupo y hacer lo que otros hacen?

            Las respuestas a esas preguntas y tu conducta y actitud cada vez que nos reunimos, definen el rumbo de tu adoración y si agrada o no a Dios. Es mi oración que Dios guíe nuestros corazones a dar una adoración y a rendir un culto con sabiduría y dirección del Espíritu Santo, de acuerdo a lo que Dios nos revela en su Palabra.


Predicador: José Amado Silvestre Marte

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